Al verlo, le dio lástima y se acerco.
No siempre somos conscientes de los rechazos,
desprecios y condenas que alimentamos dentro de nosotros a causa de perjuicios
heredados del pasado o construidos por nosotros mismos. Sin embargo, son esos
prejuicios “institucionalizados” los que modelan con frecuencia nuestra manera
de sentir, de pensar y de comportarnos con otros grupos que no son el nuestro.
En todas las culturas, antiguas o modernas, el ser
humano trata de afirmar su pertenencia al propio grupo social, político o
religioso poniendo límites frente a los otros. Levantamos fronteras para marcar
las diferencias y asegurar nuestra propia identidad.
Lo grave es que, con frecuencia, tendemos a
considerar como “inferiores” a quienes son diferentes y no pertenecen a nuestra
raza, nación, religión o partido. No sólo es eso. La “lealtad” al propio grupo
nos puede conducir a una hostilidad o rechazo que nos pasa desapercibido, pero
que forma parte de nuestro ser. Cuando esto sucede, desaparece la mirada
amistosa y compasiva con la que un ser humano ha de mirar a otro.
La parábola del buen samaritano es un desafío del
sectarismo que envenena nuestras relaciones. El hombre caído en el camino ve
acongojado cómo se desentienden de él aquellos de los que podía esperar ayuda:
los “suyos”, los representantes de su religión, los de su pueblo. Cuando se
acerca un samaritano, enemigo proverbial de Israel, sólo puede esperar lo peor.
Es él, sin embargo, quien se acerca, lo mira con compasión y lo salva.
Este hombre es capaz de reaccionar contra prejuicios
seculares y ser “desleal” a su propio pueblo para identificarse con un ser
humano que sufre y necesita ayuda. El mensaje de Jesús es claro. No ha de ser
el propio grupo, la propia religión o el propio pueblo los que nos indiquen a
quién amar y a quién odiar, a quién acercarnos o a quién ignorar. El amor
evangélico exige lealtad, no al propio grupo, sino al hombre que sufre aunque
no comparta nuestra identidad. La parábola es revolucionaria: ¿Para qué sirve
una religión si no es capaz de romper los sectarismos y crear fraternidad?
José Antonio Pagola
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