lunes, 1 de enero de 2018

EL TIEMPO ES PARA VIVIRLO

Cómo hacerlo es la gran pregunta...

Frente al año que termina  y 
al otro que comienza, ¡qué bien nos hace contemplar al Niño-Dios!. 
Es una invitación a volver a las fuentes y raíces de nuestra fe. En Jesús la fe se hace esperanza, se vuelve fermento y bendición: «Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría» (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 3).
El desafío es no dejarnos vivir pasivamente, sino enfocándonos en la meta trascendental a la que nos invita llegar Cristo Jesús.

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